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LA ENFERMEDAD DEL PASADO

Crónica de una pasión




“No es de muerte natural como muere un amor genuino, sino bañado en sangre, bajo los golpes que le asesta el otro”, afirma el omnisciente Alan Pauls en la primera parte de su libro El pasado, por el que en 2003 ganó el Premio Herralde de Novela y que en el último febrero la editorial Anagrama largó la séptima edición en la Argentina.
Allí, sus antagónicos personajes, un pintor austríaco obsesionado por hacer de la enfermedad un arte – y viceversa-, un hombre que vive el presente vaciado de historia, y una mujer de memoria exhaustiva que pretende ser atemporal, se reconocen por ser entes pasionales que juegan con la racionalidad y el tiempo, a gusto y antojo.
La noticia de la muerte del pintor Jeremy Riltse es la que inaugura la historia de encuentros y desencuentros que sufren Rímini y Sofía – adoradores del movimientos artístico denominado Sick Art del que Riltse es uno de los máximos exponentes, y al que Pauls le dedica un extenso capítulo que no tiene desperdicio-, la pareja ideal que, después de doce años de relación, decide coronarla, convertirla en una obra de arte, como dice Sofía, con la pieza cumbre, la separación.
El distanciamiento dispone para Rímini, un políglota dedicado a las traducciones, un panorama nuevo en el que se sumerge con avidez: se enamora de otras mujeres, a las que olvida tan rápido se convierten en pretérito, se vuelve cocainómano, onanista, depresivo, y también se enferma de algo que él denomina Alzheimer lingüístico.
Pero algo tan nimio como una fotografía – o mil quinientas- le sirve al autor para marcar la posición de cada partícipe. Sofía, que no deja de recordar nunca, que es la que ama demasiado como para olvidar nada, exige la separación de bienes, clama por la clasificación de las fotos – imagen perfecta que permite hacerse una idea del pasado vivido por los personajes-, la que pide a Rímini: “Por favor no me dejes sola con este muerto”.
Que más tarde Sofía secuestre un bebé, o arme una secta llamada Mujeres que Aman Demasiado o inaugure el bar Adela H. son cimbronazos que la imaginación del autor nos regala, como también lo es ver a Rímini profesor de tenis o robando un original de Riltse. El libro El pasado, parafraseando a Pauls, es un bloque único, indivisible, que hay que poseerlo o abandonarlo, así, como un bloque, como un todo.
Nuria Giudici