Teatro: Una familia muy normal
La omisión de la familia Coleman, de Claudio Tolcachir
El humor en el espejo
El público está en el escenario, mientras se mira curioso desde las butacas improvisadas en la única sala del PH devenido en el espacio teatral Timbre 4. Que los espectadores se sepan reflejados en los personajes que transitan la escena (una casa de paredes descascaradas, que más tarde se transformará, también, en sala de espera y habitación de hospital) es uno de los factores que convierten esta obra en una reliquia teatral.
Marito (Lautaro Perotti), Damián (Diego Faturos) y Gabi (Tamara Kiper) son hermanos y viven junto a su madre Memé (Miriam Odorico) en la casa de su abuela (Ellen Wolf). Memé es una madre-niña a la que sus hijos tienen de punto para las bromas y que perdió todo tipo de referencia materna. El único Coleman de los cuatro hermanos, Damián, es alcohólico, y su hermana Gabi intenta mantener la economía familiar a partir de remendar ropas de feria americana. Marito, el más chico de los hermanos, tiene un aparente retraso mental pero es el que está más atento a las situaciones familiares. Por último está Verónica, la cuarta hermana, que vive con su esposo e hijos, intentando alejarse del “patetismo” Coleman. La omisión… es eso: una puesta en escena de las sombras oscuras de una familia “tradicional”.
En su última obra, Tolcachir, le abre las puertas al silencio. Y detrás de ese silencio está la explosión. Todo lo que sucede está encerrado en una mudez que funciona como una bomba en tiempo de descuento. Tal como la obra pasa del silencio de toda la familia a la ironía del más chico de los hermanos, los espectadores pasan de la complicad del humor a la tensión de esa verdad a punto de ser dicha.
El mismo director reconoció la utilización de la herramienta humorística en su obra como un instrumento necesario para que la gente se reconozca en los actores; además señaló que se precisa “el humor para que el público pueda transitar lo que de otro modo sería muy doloroso. Si no podemos ver la realidad no podemos crecer, tanto en la familia como en la sociedad”.
Decir con el silencio
"Cuando el silencio se instala dentro de una casa parece como si se tratara de una materia congelada, cada vez más dura y masiva: la vida continúa por debajo, sólo que no se la oye". La cita de la escritora belga, Marguerite Youcenar, es la que se encuentra en el programa de mano y anticipa el espacio lúdico en el que se moverán las piezas sobre el escenario.
De la misma manera que Claudio Tolcachir utiliza el sentido del humor (en todas sus variantes desde la ironía hasta el humor negro) convida al espectador con un juego del vacío de palabras. Desde la imposibilidad de decir, los personajes dicen mucho más. Ahí está toda la verdad. Tolcachir no la exhibe como las frutas en el mercado y obliga al público a pensar y analizar mientras sigue absorto la obra.
En una exquisita combinación de comedia, absurdo, drama y hasta grotesco, lo que se dice es mucho más etéreo que lo que se calla. Todo lo que se expresa, se desvanece. Todo lo que se guardan los personajes pesa como rocas enormes; eso que oculta cada uno es nombrado permanentemente a través de la incomodidad de los cuerpos. Así Tolcachir muestra y muestra sin decir. La verdad está ahí, ineludible para el que la quiera ver.
El humor en el espejo
El público está en el escenario, mientras se mira curioso desde las butacas improvisadas en la única sala del PH devenido en el espacio teatral Timbre 4. Que los espectadores se sepan reflejados en los personajes que transitan la escena (una casa de paredes descascaradas, que más tarde se transformará, también, en sala de espera y habitación de hospital) es uno de los factores que convierten esta obra en una reliquia teatral.
Marito (Lautaro Perotti), Damián (Diego Faturos) y Gabi (Tamara Kiper) son hermanos y viven junto a su madre Memé (Miriam Odorico) en la casa de su abuela (Ellen Wolf). Memé es una madre-niña a la que sus hijos tienen de punto para las bromas y que perdió todo tipo de referencia materna. El único Coleman de los cuatro hermanos, Damián, es alcohólico, y su hermana Gabi intenta mantener la economía familiar a partir de remendar ropas de feria americana. Marito, el más chico de los hermanos, tiene un aparente retraso mental pero es el que está más atento a las situaciones familiares. Por último está Verónica, la cuarta hermana, que vive con su esposo e hijos, intentando alejarse del “patetismo” Coleman. La omisión… es eso: una puesta en escena de las sombras oscuras de una familia “tradicional”.
En su última obra, Tolcachir, le abre las puertas al silencio. Y detrás de ese silencio está la explosión. Todo lo que sucede está encerrado en una mudez que funciona como una bomba en tiempo de descuento. Tal como la obra pasa del silencio de toda la familia a la ironía del más chico de los hermanos, los espectadores pasan de la complicad del humor a la tensión de esa verdad a punto de ser dicha.
El mismo director reconoció la utilización de la herramienta humorística en su obra como un instrumento necesario para que la gente se reconozca en los actores; además señaló que se precisa “el humor para que el público pueda transitar lo que de otro modo sería muy doloroso. Si no podemos ver la realidad no podemos crecer, tanto en la familia como en la sociedad”.
Decir con el silencio
"Cuando el silencio se instala dentro de una casa parece como si se tratara de una materia congelada, cada vez más dura y masiva: la vida continúa por debajo, sólo que no se la oye". La cita de la escritora belga, Marguerite Youcenar, es la que se encuentra en el programa de mano y anticipa el espacio lúdico en el que se moverán las piezas sobre el escenario.
De la misma manera que Claudio Tolcachir utiliza el sentido del humor (en todas sus variantes desde la ironía hasta el humor negro) convida al espectador con un juego del vacío de palabras. Desde la imposibilidad de decir, los personajes dicen mucho más. Ahí está toda la verdad. Tolcachir no la exhibe como las frutas en el mercado y obliga al público a pensar y analizar mientras sigue absorto la obra.
En una exquisita combinación de comedia, absurdo, drama y hasta grotesco, lo que se dice es mucho más etéreo que lo que se calla. Todo lo que se expresa, se desvanece. Todo lo que se guardan los personajes pesa como rocas enormes; eso que oculta cada uno es nombrado permanentemente a través de la incomodidad de los cuerpos. Así Tolcachir muestra y muestra sin decir. La verdad está ahí, ineludible para el que la quiera ver.
Por Analía Fernández
PARA IR A VERLA:
Dirección: Boedo 640 - timbre 4 (e Independencia)
Teléfono: 4932-4395
Entrada: $20,00 - domingo - 19:00 hs y 21:15 hs
Entrada: $20,00 - sábado - 21:00 hs y 23:15 hs